11 de enero de 2014

El Capitán Salió A Comer y Los Marineros Tomaron El Barco – Charles Bukowski

Comenzar por el final es una actitud insumisa y extravagante, es asumir la muerte sin asimilar la vida, es odiar obviando el amor, empuñar la bandera de la libertad con las manos esposadas. Un ejercicio que permite afrontar la complejidad con una dosis de candidez maravillosa, dotando al entendimiento de una gustosa casuística, tal y como me ha llevado a mí a introducirme en la obra de Charles Bukowski.




Siempre me fascinaron los títulos provocativos de sus obras. La Máquina De Follar, Erecciones, Eyaculaciones, Exhibiciones o Escritos De Un Viejo Indecente eran tentaciones omnipresentes en visitas a librerías y bibliotecas. Colecciones de historias manifiestamente sexuales, impregnadas de alcohol, perversión y surrealismo, bajo un sello afilado y directo. Mi indecisión se decantó por El Capitán Salió A Comer y Los Marineros Tomaron El Barco, una obra que se adentra en el diario personal del poeta norteamericano poco antes de morir. A la postre se trata de un testamento póstumo, publicado cuatro años después de su fallecimiento.

El anciano y gastado Bukowski emplea las páginas de escupidera, dando rienda suelta a una perspectiva mordaz y sincera, con la muerte como telón de fondo. Mientras los días se suceden apostando en el hipódromo, sus garras nocturnas se clavan ferozmente en el arte de escribir, el éxito y el fracaso, las relaciones personales o el devenir del hombre. No hay una línea principal, una trama o un personaje distinto al escritor, sólo espontaneidad, lucidez y trasgresión.

Para muestra un botón, en el que del juego se traslada a la hipocondría de nuestros días.

Los hipódromos confunden aún más a la gente. Tienen a dos tipos en la tele que salen antes de cada carrera y hablan de los que creen que van a ganar. Se equivocan todas las veces […] Desde el momento en que pagas a alguien para que te diga qué tienes que hacer, eres un perdedor. Y eso incluye a tu psiquiatra, a tu psicólogo, a tu agente de negocios, a tu profesor de pintura y a tu etc.

Nada te enseña más que reorganizarte después de cada fracaso y seguir avanzando. Sin embargo, la mayoría de la gente cae víctima del miedo. Temen tanto al fracaso que fracasan. Están demasiado condicionados, demasiado acostumbrados a que les digan lo que tienen que hacer. Empieza con la familia, sigue en el colegio y se extiende al mundo de los negocios”.

Apuntillado con la humildad que da el conocer las calles frías, el hambre insoportable y la agitación de las noches.

Bueno, ya veis: un par de días de suerte en el hipódromo y ya me creo que lo sé todo”.

Humildad que desaparece a la hora de hablar de literatura, tanto a la hora de alabar la propia como a la de desprestigiar la ajena no clásica. Se incide una y otra vez en el oficio de escritor, así como en su entorno plagado de falsos bohemios, terratenientes comunistas y sentimientos plastificados, fuertemente atraídos por la efímera admiración. La faceta cómica está presente en las hilarantes anécdotas personales, colmadas de buitres interesados por el renombre del autor.

Como las entrevistas no se suelen pagar, cualquiera puede presentarse en la puerta con un magnetofón y una lista de preguntas. Una noche apareció un tipo con acento alemán con una grabadora. Afirmaba trabajar para una publicación alemana con una tirada de millones de ejemplares. Se quedó durante horas. Sus preguntas parecían estúpidas, pero  yo me abrí, intentando darle respuestas animadas e interesantes. Debió de grabar tres horas de conversación. Bebimos y bebimos y bebimos. Pronto empezó a caérsele la cabeza hacia delante. Bebimos hasta dejarle fuera de combate, y aún estábamos dispuestos a seguir. Organizar una fiesta de verdad. La cabeza le caía sobre el pecho. Le caían hilillos de baba por las comisuras de la boca. Lo sacudí. “¡Eh! ¡Eh! ¡Despierta!” se despertó y me miró. “Tengo que confesarle una cosa”, me dijo. “No soy entrevistador, sólo quería venir a verle.” […]

Siempre he dicho que la obligación de un escritor es escribir. Si estos farsantes e hijos de puta consiguen calzármela es por mi culpa. He terminado con todos ellos. Que vayan a hacerle la pelota a Elizabeth Taylor”.

Sorprende la entereza y aceptación mostrada al tratar la muerte, constantemente presente en la reflexión y sentida. Bukowski reduce su trascendencia mediática desde sus cercanas vivencias, destapando una cierta confianza en su propia perpetuidad.

El otro día estaba pensando en el mundo sin mí. Ahí está el mundo, siguiendo con sus cosas. Y yo no estoy allí. Muy extraño. Pensar en el camión de la basura, que pasa a recoger la basura, y yo no estoy allí. O en el periódico, tirado a la entrada de mi casa, y yo no estoy allí para recogerlo. Imposible. Pero lo peor de todo es que algún tiempo después de mi muerte se me va a descubrir de verdad. Todos los que me tenían miedo o me odiaban cuando estaba vivo abrazarán de repente mi memoria. Mis palabras estarán en todas partes. Se crearán clubs y sociedades. Será como para ponerse enfermo. Se hará una película de mi vida. Me pintarán mucho más valiente de lo que soy, y con mucho más talento del que tengo. Mucho más. Será como para hacer vomitar a los dioses. La especie humana lo exagera todo: a sus héroes, a sus enemigos, su importancia”.

Como buen escupitajo, no contiene aderezos, sólo esencias de realidad y la crudeza de la experiencia. Es por ello que el estilo literario resulta sencillo y no prevalecen adornos, a pesar del espíritu metafórico que lo envuelve. Los trazos se desenvuelven tan naturales que por momentos da la sensación de estar dentro de la mente desnuda del autor, fortalecido por el hecho de que a priori no estaba prevista la publicación de estos esbozos. Destacar que la edición incluye las geniales y desgarbadas ilustraciones de Robert Crumb.


Quizá no sea la manera más natural de acercarse a la obra del principal exponente del realismo sucio, puede resultar tosca si no se tiene en cuenta el género tratado. Pero, sin duda, sí resulta una gran forma de hacerlo al personaje que constituye uno de los autores más genuinos del siglo XX. Sinceridad y perspicacia para destripar el paso de la vida y la muerte.


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Ficha Técnica:
Título: El Capitán Salió A Comer y Los Marineros Tomaron El Barco.
Autor: Charles Bukowski.
Páginas: 165.
Editado por: Anagrama
Año de publicación: 1998
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